Se conoce como cultura a las creencias, lenguaje, valores y comportamientos que se comparten en un grupo de personas. Muestras que componen una identidad, algunas maravillosas y otras, se llevan como una carga pesada, un destino inexorable, y un tango atravesado, como, por ejemplo: la queja.
En otro lado esta el reclamo, en la vereda de enfrente de la resignación, y aunque parecido a la queja, en cuanto a la insatisfacción, tiene una diferencia sustancial y clave: lleva implícito una propuesta de cambio, una esperanza de transformación.
En su accionar diario, la Unión de Usuarixs y Consumidores, lejos de identificarse con la cultura de la queja, transmite el valor del reclamo y su constancia.
“La queja es enojo, insulto, grito, se genera una situación tensa y violenta, pero se queda ahí, no se formaliza como un reclamo en el proceso administrativo ante el Estado, ante los entes reguladores, o ante una misma asociación de consumidores” explican desde la Unión de Usuarixs y Consumidores. La queja persistente lleva a deshacer la solución y nos lleva al desinterés. Hay que lograr romper con la queja. Debemos militar la cultura del reclamo.
Se sabe que los procesos administrativos llevan tiempo y que ese costo tiempo-beneficio muchas veces resulta desigual. Pero debemos tener en cuenta que, si nuestras insatisfacciones por incumplimientos y abusos sólo quedan en queja, vacíos de contenido y de espíritu transformador, en definitiva seremos funcionales a los incumplidores. Los proveedores de bienes y servicios cuentan con estadísticas que les indican si existen o no reclamos sobre temas específicos. A menor cantidad de reclamos, menor será el incentivo para modificar su conducta.
Por eso, si realmente queremos cambiar algo: menos quejas y más reclamos.
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